Viviana Conti (CONICET-ISIHR-UNJu)
En el territorio de Jujuy, la guerra de la independencia se extendió por quince años. Desde la llegada del ejército auxiliar enviado por la revolución de Buenos Aires, en septiembre de 1810, hasta la muerte de Pedro Antonio de Olañeta, en Tumusla (Alto Perú) en abril de 1825, la jurisdicción de Jujuy fue enclave de guerra, donde acamparon y se abastecieron las tropas de las tres campañas revolucionarias que avanzaron sobre el Alto Perú; fue escenario de doce invasiones del ejército realista despachado por las autoridades virreinales de Lima; su población debió abandonar su tierra en tres éxodos (1812, 1814 y 1817); experimentó saqueos y pillajes en la ciudad y en los pueblos de la campaña, levas, empréstitos, requisa de ganados, cosechas y de todo bien utilizable por los ejércitos.
En ese lapso de tiempo se trastocó la vida de la población, se consumieron los bienes y las vidas, se interrumpieron las actividades económicas y se enfrentaron familias, amigos y vecinos. Con la producción aniquilada, el sistema de arriería destruido y una drástica disminución demográfica, las secuelas de la independencia se sintieron en todos los sectores de la población, sin distinción social o étnica.
La ponencia apunta a examinar dichas secuelas desde la demografía, la economía y la vida cotidiana de sus pobladores, en un territorio que fue el escenario mismo de la guerra. Trabajamos con el material documental del cabildo de Jujuy -actas, partes de guerra, información suplementaria-, que cruzamos con información procedente de los libros auxiliares de hacienda –Manual, Sisa y Alcabalas-, correspondencia, protocolos de escribanos y relatos de viajeros de la época, procedentes de los archivos Histórico Provincial de Jujuy –Sección Ricardo Rojas-, Histórico de Salta, Histórico de Potosí, General de Indias y Nacional de Bolivia.